sábado, 28 de febrero de 2009

El cerdo de San Anton

Muchas veces en mi estancia por acá, he sentido nostalgia por algunos rasgos que solo los mexicanos sentimos nostalgia, una salsita verde, unos chilaquilitos, quizá una buena barbacha y hasta por una buena cubita de barcardi, que se pide por ser lo más barato (aquí una cubita sale como lumbre), a veces me siento un tanto nostálgico del tráfico y estar horas en el coche (ya era un hábito, algo demasiado habitual como para no extrañarlo), en fin, de un sin número de tonterías que son parte de nuestra identidad.

Cuando veo el fut bol aquí y me acuerdo de mi impresionante máquina echar la cáscara contra el Tampico Madero o el Gallos Blancos
de Querétaro o los recién ascendidos Indios de Ciudad Juárez, siento ese mismo tipo de nostalgia.

Esta impresionante reflexión surgió por conocer al increíble cerdo de San Antón, lo que les voy a platicar por muy difícil de creer es cierto y pasa en el siglo XXI, en un pueblo que está cerca de Salamanca de nombre "La Alberca", (si lo traducimos al idioma mexicalpango se llamaría "La Piscina"), en aquel mítico pueblo, en el mes de junio o julio se las autoridades locales hacen un regalo al pueblo, le regalan un cerdo.

El cerdo se convierte a partir de ese entonces en un habitante distinguido de la ciudad, la gente es la que se encarga de alimentarlo y cuidarlo, por lo que si visitas el pueblo es común que veas al cerdo caminando tranquilamente por la calle y haciendo ruidos extraños en las puertas de los vecinos que suelen darle algo de comida.

En resumidas cuentas, a un niño lo pueden atropellar o puede dejar de comer y morir de inanición, pero al cerdo de San Antón no le hará falta nada, si tiene frio dormirá bajo cobijas y si tiene insomnio, se le leerá algún cuento de cuna.

Todo eso pasa, hasta que llega su fiesta a la cual tuve la fortuna de poder asistir.

La Alberca es un pueblo que mantiene el más puro estilo medieval, es uno de los pueblos más hermosos de toda España, el festejo inicia con la procesión del santo, San Antón es cargado por cuatro hombres vestidos con capas, adelante de ellos van algunas veladoras, un crucifijo, la banda del pueblo que consta de tres tipos con una flauta y un tambor, cuando el Santo llega a la plaza mayor, la gente aplaude, baila, se escucha la música y en fin.. se le hace un gran alboroto al Santo patrono.

El sacerdote bendice a los animales simbolizados por dos burros que le llevan y terminada la bendición se emprende el camino de regreso a dejar al santo en la iglesia nuevamente.

A partir de aquí todo es relativamente normal, ´hasta que en el balcón de las autoridades aparece el presidente de la Alberca y anuncia que ante todos nosotros va a hacer acto de presencia, el cerdo de San Antón, se pide que se haga una valla pare recibir al invitado de honor, la gente se organiza rápidamente y en menos que lo cuento la gente estaba ya organizada, a mi me tocó estar a la orilla de la vaya y listo para recibir al famoso cerdo de San Antón.

En cuanto aquel negro animal hace aparición el pueblo pierde la cordura total, los bailes se hacen con más enjundia, la alegría crece, la gente se abraza de júbilo y se amontona para poder acariciar al cerdo, se toman fotos con él y le dan aún más de comer.

El cerdo se siente en casa y se deja querer, cuando la alegría disminuye se procede a rifar al cerdo, “el ganador de la rifa podrá ser el dueño del cerdo o se le dará su equivalente en peso en embutidos” ahí fue cuando yo también corrí a abrazar al cerdo, con dos boletos para la rifa en la mano escuche de Chidrion (invitado especial para realizar el sorteo y ganador de los últimos 3 campeonatos mundiales de cortar jamón) decir un número totalmente distinto al mio, creo que no tenía ni un solo número igual, mi corazón y mi salud lo agradeció tremendamente ¿porque pues quien va a dejar 300 kilos de embutidos sin comer?


La ganadora fue ovacionada, casi logré hacerme su amigo, lo malo fue que cuando le dije que dos o tres kilitos no le iban a costar nada, me retiró el habla.

La fiesta siguió, en tremendas cazuelas se dio de comer a todos los invitados, chorizo envinado, morcilla con cebolla y hígado de cerdo en salsa de jitomate, acompañado por supuesto de cantidades impactantes de vino y pan.

Los bailes y la música no bajaron de intensidad, el pueblo entero comía, el cerdo lo hacia como un miembro más de la comunidad, sacaron una botella de anís y se convirtió en un instrumento musical más.

Así poco a poco fue bajando la intensidad de la fiesta hasta que ya nadie pudo comer ni un bocado más, cuando digo nadie se incluye al cerdo de San Antón.

Cuando me fui de aquel festín, me di cuenta que a pesar que el kikin pueda ser un ídolo nacional, o que el Matador Hernández se pinte el pelo de amarillo y en los pueblos crean que es güero natural. Adoro una identidad que no está basada en un cerdo y aunque Vitorino llegó a tener su momento de fama, que yo sepa, en México todavía no le bailamos a los animales más que a los Santos y aunque eso pasa en algunos XV años y algunas bodas no es taaan evidente, ni es causa de orgullo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hombre, que aquí los niños no se mueren de hambre ¿eh?